Aceptación no es pasividad, sino lucidez para ver las cosas
tal cual son, sin rechazarlas. En este punto, esta actitud se diferencia de la
tolerancia: cuando dejamos que los otros nos hagan cosas o que persistan
situaciones que nos dañan o comportan sufrimiento y frente a los cuales podríamos
hacer algo. En este caso, deberíamos analizar la situación, y buscar qué pasa
con nosotros para no producir los cambios necesarios para salir de la posición
de “Víctima”.
martes, noviembre 20, 2012
sábado, noviembre 10, 2012
Confiar es una elección que podemos optar por cultivar y reforzar
Cuanto más veloces huimos del miedo, más
grande se hace éste y más fuerte es su hechizo sobre el alma. Para librarnos de
tal poder, conviene mirar de frente su paralizador influjo, y más tarde
discernir si nos está protegiendo de un peligro o simplemente es un virus
mental que nos inquieta.
El miedo que paraliza y deprime es el miedo
neurótico que impide la acción. Se trata de un sentimiento que sintoniza con
viejas tensiones y heridas no resueltas. El temor que se disfraza de
inseguridad encubre anticipaciones el dolor y muchas veces hace referencia a
duelos sumergidos cuyo recuerdo nos inunda de ansiedad e induce a conductas
crispadas.
El miedo nace de la memoria del dolor y brota
en racimos de pensamiento conectados al recuerdo. Se trata de ideas
neuro-asociadas que conforman la creencia de que aquello que uno rechaza, puede
volver a suceder. En realidad, si no hay memoria no hay miedo. Por este motivo,
los inocentes se enfrentan con tranquilidad “irresponsable” a muchas
situaciones de alto riesgo. Los inocentes no proyectan experiencias anteriores
y, en consecuencia, no temen la llegada de la supuesta desgracia.
Allí donde veamos una conducta exagerada, se
revela la sombra que oculta viejas heridas y, que nos demanda sin demora, un
drenaje emocional del alma. Allí donde, por ejemplo, veamos la mentira en sus
diferentes grados ¡Atención!, no hay maldad o estupidez, hay tan sólo una mente
que se siente amenazada. Conviene mirar al miedo de frente y preguntar, ¿qué
temo en realidad?, ¿qué sería lo peor que podría pasar? Al observar y concretar
con precisión lo que tememos, ya se puede respirar a fondo lo temido y crear
nuevas opciones más deseadas. De pronto, sucede que el gran gigante ilusorio
que tan sólo puede habitar en las sombras, se esfuma disuelto a la luz de la
consciencia.
La sensación de confianza y seguridad no sólo
brota como consecuencia de la memoria del propio éxito, sino que también es una
cualidad que nuestra inteligencia emocional desarrolla. Confiar es una elección
que podemos optar por cultivar y reforzar, mientras se comprueba que tras los
problemas aparecen las soluciones y que toda dificultad fortalece y enseña.
La confianza también brota desde la facultad
intuitiva, desde ese insólito Ser que somos y que detrás, escondido y sabio, se
revela y expresa. La confianza es un estado de conciencia, un plano mental de
vida que abre a la Paz y a la Templanza. Pero, ¿de dónde brota?, ¿acaso es una
protección mágica que opera desde las estrellas? Al tratar de responder, la
razón tal vez dude, pero todos sabemos que no estamos solos. La Historia y el
Misterio así lo avalan. El Universo nos apoya al encarar el miedo mientras
hacemos con inteligencia lo que debemos, aunque se sienta inseguridad y
amenaza.
Cuando nos veamos enfrentado al ridículo, a la
ruina o al abandono del ser que amamos, conviene que nos detengamos unos
instantes. Conviene que respiremos profundamente, distanciándonos del escenario
mientras nos dejamos atravesar por la columna de luz, que penetra por lo más
alto de nuestra cabeza. Más tarde, la sencillez suavizará lo que tememos y la
sobriedad será nuestra aliada. No hay temor agudo que sobreviva si lo
respiramos de forma consciente y continuada. Sólo hay que detenerse y observar
sin eludir ningún aspecto y sin tapar ninguna de las caras.
Desde el Silencio
Consciente, de pronto, la mejor opción brota y la vida, de nuevo, tiene sentido
mientras uno, a sí mismo, se reinventa. Ya todo está en su sitio. Uno sabe a
qué atenerse y vuelve a fluir centrado en el núcleo de la confianza.
Haciendo lo que tememos, disolvemos nuestro
temor.
domingo, octubre 14, 2012
Proyecciones: La vida como espejo de nuestros sentimientos
Hasta que no comenzamos a
observar, la mayoría de nosotros no somos completamente conscientes de qué
papeles podemos estar desempeñando. Las mejores oportunidades de averiguarlo
nos las ofrece la vida misma. Cada situación con la que nos enfrentamos nos
muestra en qué medida estamos potenciados para mantenernos por nosotros mismos,
para expresar nuestros sentimientos y, finalmente, para relacionarnos con los
demás.
La vida es siempre un espejo
perfecto para las actitudes que asumimos. Un ejemplo es que cuando creemos que
somos feos y que nadie nos ama, ese pensamiento hará que esa experiencia se
manifieste. Proyectando esa realidad sobre el mundo que nos rodea, aquello que
creemos se volverá verdadero. Lo opuesto es cierto también. Cuando creemos que
somos bellos y merecedores de amor, creamos una confirmación de esa creencia en
el mundo que nos rodea.
El grado de potenciación de
que disponemos se verá reflejado en nuestras experiencias con otras personas.
El arquetipo de la Víctima, por ejemplo, ve y crea enemigos en las otras
personas; el arquetipo del Guerrero los verá como oponentes; el arquetipo
Intuitivo percibirá que estas personas son proyecciones de sus estados de
conciencia; y el arquetipo del Guru experimentará a cada persona como una
unidad, sin separación consigo mismo.
La proyección es la
externalización de nuestro estado emocional interno; nos mantiene fijos en el
arquetipo por el que estamos viviendo. Este aspecto se observa frecuentemente
en las parejas casadas, cuando uno culpa al otro por toda su infelicidad, en
lugar de darse cuenta que su pareja está simplemente reflejando su propio
estado interior. Igualmente ocurre cuando los padres proyectan sobre sus hijos
sus propias niñerías no resueltas, buscando quizá su propio escape a todo lo
que les va mal o, por el contrario, cuando los sobreprotegen debido a que ellos
mismo no reciben suficiente amor.
Dentro de la sociedad, la proyección se encuentra en la raíz del prejuicio, ya sea éste racial, religioso o sexual: esto sucede cuando un grupo de personas proyecta sobre otro todas las cualidades negativas que no desean reconocer en sí mismas.
Dentro de la sociedad, la proyección se encuentra en la raíz del prejuicio, ya sea éste racial, religioso o sexual: esto sucede cuando un grupo de personas proyecta sobre otro todas las cualidades negativas que no desean reconocer en sí mismas.
El poseer nuestras propias
proyecciones, reconociendo que, en realidad, estamos mirando a través de
cristales distorsionados por las emociones propias, nos permitirá realizar los
correspondientes cambios en nuestra percepción y pensamiento y nos ayudará a
crecer. Una vez nos volvamos conscientes de nuestros arquetipos, podremos
elegirá qué nivel de conciencia deseamos responder a las situaciones de la
vida. Entonces podremos encontrar que deseamos modificar nuestro comportamiento
con el fin de resonar con un nivel más profundo de comprensión y autoconciencia,
y actuar de un modo apropiado a la situación.
Siempre podremos elegir
apoyarnos en nuestra conciencia interna para que nos guíe en nuestro camino. A
medida que realizamos el cambio en el pensamiento, avanzamos hacia nuevos
arquetipos, y hacia niveles superiores de vitalidad y poder, para recibir con
ello mayor fortaleza y apoyo en nuestras nuevas tareas. Las situaciones que
necesitamos para avanzar se presentarán por sí mismas en nuestras vidas a
medida que nos hallemos dispuestos a vivir nuevos desafíos desde una conciencia cada vez
más profunda de quiénes somos.
Guardamos dentro de nosotros
todos los arquetipos, inherentes en nuestra conciencia, y podemos elegir el
arquetipo con el que deseamos vivir. Podemos vivir nuestras vidas como
Víctimas, si así lo deseamos, y permanecer constantemente dependiendo del
afecto del mundo exterior, o podemos potenciarnos a nosotros mismos con una
mayor conciencia a través del trabajo interior y el desarrollo espiritual, y
vivir desde un lugar de sabiduría y maestría.
domingo, septiembre 23, 2012
Evolucionar y crecer como seres con alma
El mayor
coraje que una persona puede expresar, ocurre cuando, tras sufrir una gran
derrota, mantiene en alza su nivel de autoestima. Cuando el ser humano no
permite que el error o el fracaso quiebren su ánimo y fortaleza, está haciendo
gala de un íntimo coraje que le posibilitará reflexiones competentes e
inspirados ajustes para oportunidades venideras. Tal vez, para ganar y
conservar la sensatez y la templanza haya que aprender previamente a perder.
La verdadera
victoria no está en el resultado cuantificable a corto plazo sino en el
aprendizaje obtenido. En realidad, el gran propósito que resume todos los
pequeños objetivos de la vida se centra en evolucionar y crecer como seres con
alma. La derrota no existe, ya que todos los acontecimientos con aroma de
frustración que uno experimente, suponen enseñanzas. La finalidad del laberinto
iniciático que recorre el ser humano en la vida, consiste en desarrollar el
conocimiento del sí mismo y expandir hasta el infinito la consciencia.
No hay
derrotas, hay tan sólo experiencias que señalan el camino que se nos invita a
recorrer con sus luces y sus sombras. El gran objetivo es devenir lo
suficientemente lúcidos como para aprender de los errores mientras recorremos
la existencia. No hay culpas ni castigos, sino una totalizadora u holística interacción
del Universo entre las redes que tejen el destino de cada persona. Cuando
alguien siente frustración porque no le es concedido un trabajo al que opta,
puede tener la tentación de “tirar la toalla” y olvidar que nada es casual. El
que cree en sí mismo sabe que hay un lugar en el mundo para él, sabe que la
vida le depara un proceso que, más largo o más corto, vivenciará con todas las
sinuosidades emocionales que conlleva.
“La perseverancia trae ventura” dijo el
I-Ching hace 4.000 años. Un Principio que ya fue captado por los antiguos
filósofos chinos al primar la perseverancia como una capacidad de la
inteligencia. Cuando uno persevera, observa los errores pasados y registra
eficazmente las propias acciones que rechaza. El control de la ansiedad
anticipadora comienza por el aprender a amar la acción por la acción, independientemente
del resultado. Cada paso, cada movimiento, cada gesto, por pequeño y funcional
que éste sea, supone un fin en sí mismo y merece toda nuestra atención y
consciencia. La victoria final es uno mismo.
La Victoria
de las victorias supone integrar la experiencia vivida en un núcleo consciente
de apertura. Somos mucho más que una noria de ilusiones y decepciones. Somos
Luz en plena amnesia de opacidad que, a lo largo de la vida, misteriosamente,
deviene consciente de sí misma. El camino es largo y a la vez corto, ya que en
última instancia no hay nada que buscar porque uno ya es lo que busca.
¿Por qué no nos lo creemos? El Gran Olvido forma parte del juego del vivir que,
en cierto modo, es el juego de recordar. Cuando la cortina de niebla comienza
a retirarse, uno comprende que el mundo es perfecto tal cual es, incluidos
nuestros deseos de cambiarlo. Y en realidad, cuando uno mira la campaña de la
vida ya vivida, sabe que pase lo que pase, en el fondo de sí mismo, sabe nunca
ha pasado nada. Tal vez una mañana no muy lejana, al abrir nuestros ojos,
sintamos que hemos despertado de algo más que del sueño habitual de cada noche.
Tal vez
sintamos que, de pronto, hemos despertado del gran sueño del yo separado.
Uno entonces comprende que está inmerso en la gran aventura de la conciencia
cuyo despertar es la verdadera victoria.
Muchas pequeñas derrotas conducen a la gran victoria. Chuang Tzu
jueves, agosto 09, 2012
La verdad está en el
descubrir, no en lo descubierto.
El propio hecho de descubrir
implica abrir la mirada a un nuevo horizonte. Y tal vez, la labor de descubrir
sea la misión esencial que el ser humano tiene asignada sobre la tierra. Se
trata de perforar cada día nuevas capas de cebolla que nos aproximen al núcleo
esencial de todas las cosas.
Cada vez que descubrimos, nos
asomamos al balcón de una nueva porción de verdad y de existencia.
Cuando experimentamos el hecho
de descubrir junto a otra persona, se produce un chispazo que nos hace
cómplices del instante mágico del darse cuenta. Cuando descubrimos una
cualidad, hasta entonces oculta o simplemente comprendemos los procesos
mentales que nos conforman, sentimos la felicidad del que se sabe que crece y
se libera. Sin embargo, más tarde sucede que la mente tiende a quedarse
enganchada dando vueltas sobre lo descubierto, sin percatarse de que el
verdadero gozo estaba en el descubrir. ¿Existe verdad mayor que la fugaz y
luminosa chispa del descubrimiento?, ¿puede haber algo más bello que compartir,
el acontecimiento del descubrir?
Intuimos que somos algo más
que cuerpo. Intuimos que algo en nosotros es Luz, Infinitud y Totalidad. Y
sucede que todo aquello que contribuye a descubrir tal esencia, vitaliza los
sentidos y produce júbilo en el alma. Descubrir quiénes somos y descubrir cómo
funcionan nuestras diferentes partes internas, es un regalo tan intenso como
pasajero. Algo parecido al relámpago que al llegar de súbito, todo lo ilumina
Cuantos más rayos tiene una
tormenta, más horizonte se descubre aunque sea en una noche de nubes negras.
Vivir en el descubrimiento sostenido conlleva un estado de conciencia que
recuerda al del niño que se sorprende, una y otra vez, porque ve todas las
cosas como nuevas. “Sed como niños para entrar en el Reino”, dijo el Lúcido
refiriéndose al estado de suprema inocencia. Un estado que carece de memoria y
anticipación y en el que, en cada instante, se descubre maravillado una
existencia nueva. Redescubramos al niño interno y rescatemos su inmensa
grandeza. Ahora ya somos conscientes del regalo que supone recrearnos en la
perfección que subyace tras nuestras luces y sombras internas.
Lo que ha sido descubierto,
pasado un instante, ya queda viejo. Sin embargo, el descubrir es siempre
fresco. Una experiencia que no depende de lo de fuera, de sus artilugios, ni de
los “efectos especiales” que adornen las superficies externas.
El descubrir depende de la
actitud con que se encara la vida, depende de la capacidad de vaciarse y soltar
registros ya vividos, archivos que se proyectan en todo aquello que uno mira
con carga vieja.
El descubrir supone soltar
suposiciones y neutralizar el control que quiere ejercer la cabeza. Merece la
pena abrirse a lo nuevo y recordar que todo lo recién nacido está en sus ojos y
no precisamente en las “afueras” de su propia cara.
La conciencia creativa
permite, en cada momento, que uno se construya la vida como si de pintar un
lienzo se tratara. Para ello, el artista descubre la chispa de la siguiente
pincelada. Y aunque ignora lo que va hacer luego, confía que en el paso
siguiente, descubrirá la forma y resolverá la encrucijada. El camino se hace al
andar, descubriendo, cada segundo, el lugar de la próxima pisada. La
anticipación emocional condiciona la mente a tener que vivir lo que previamente
programó en la proyección al futuro de su propia historieta. Cuando vamos a una
fiesta con la intención de repetir el gozo de la anterior, decimos adiós a lo
nuevo y apostamos por una frustración completa.
En realidad, el que descubre
es el que despierta.
domingo, julio 22, 2012
El reconocimiento de los padres.
Es importante que los hijos reconozcan a sus padres. “Honrando a los padres, algo se arregla en las profundidades del alma”, dice Hellinger y describe que no les corresponde a los hijos juzgar a sus padres, ya que el hecho de convertirse en padre o madre no depende de cualidades morales, sino de un acto determinado, establecido de antemano e independiente de características morales. “Los padres merecen el reconocimiento como padres por la consumación de un acto, y sólo por esta consumación.” Aquí, no hay lugar para juicios morales; desde este punto de vista, no hay padres buenos o malos. Los padres les dan a los hijos la vida, el bien supremo, y es esto lo que los hijos deben agradecer.
El respeto ante los padres como fundamento de la propia identidad
Este enfoque naturalmente es provocativo. ¿Cómo podrá un hijo respetar a sus padres cuando éstos abusaron de él, lo maltrataron o lo dieron? Aquí, la atención se centrará en no confundir los niveles. Cuando se trata de que una persona, en su desarrollo, llegue a estar “completo”, es imprescindible integrar interiormente a ambos padres. Una persona sólo puede encontrar su identidad estando en paz con ambos padres. “Cuando se excluye a uno de los padres, el hijo sólo está a medias, sintiendo el vacío y la falta, lo cual es la base de la depresión. La depresión se sana integrando al padre o a la madre excluidos, dándole su lugar y su dignidad.”
Muchas veces, las personas sienten el miedo de hacerse como sus padres, pero este rechazo de determinadas características de los padres únicamente los lleva a rechazarse también a ellos mismos.
El tomar e integrar al padre y a la madre es un proceso independiente de sus cualidades y de sus actos posteriores, “es un proceso curativo” que nos llena de amor, abundancia y paz.
Honro a mi papa y a mi mama y les digo GRACIAS POR LA VIDA QUE ME DIERON.
El respeto ante los padres como fundamento de la propia identidad
Este enfoque naturalmente es provocativo. ¿Cómo podrá un hijo respetar a sus padres cuando éstos abusaron de él, lo maltrataron o lo dieron? Aquí, la atención se centrará en no confundir los niveles. Cuando se trata de que una persona, en su desarrollo, llegue a estar “completo”, es imprescindible integrar interiormente a ambos padres. Una persona sólo puede encontrar su identidad estando en paz con ambos padres. “Cuando se excluye a uno de los padres, el hijo sólo está a medias, sintiendo el vacío y la falta, lo cual es la base de la depresión. La depresión se sana integrando al padre o a la madre excluidos, dándole su lugar y su dignidad.”
Muchas veces, las personas sienten el miedo de hacerse como sus padres, pero este rechazo de determinadas características de los padres únicamente los lleva a rechazarse también a ellos mismos.
El tomar e integrar al padre y a la madre es un proceso independiente de sus cualidades y de sus actos posteriores, “es un proceso curativo” que nos llena de amor, abundancia y paz.
Honro a mi papa y a mi mama y les digo GRACIAS POR LA VIDA QUE ME DIERON.
lunes, junio 25, 2012
El corazón.
El camino de la vida
parece ser una travesía hacia la realización de nuestra particular misión. Paso
a paso, ciclo a ciclo, el viajero recorre paisajes emocionales en los que, a
veces, queda muy poca motivación y entusiasmo para seguir la marcha.
El peregrino que
llevamos dentro sabe muy bien que cada jornada, por muy vulgar que a menudo
parezca, es un trozo del camino hacia la realización del alma. Para ello,
viajemos atentos a las señales del cielo que, apareciendo aquí y allá,
confirman la dirección y aseguran el contacto mágico durante la jornada.
¿Acaso no es éste un
tiempo en el que, tras el pragmatismo y la racionalidad, nos acercamos veloces
a la apertura de la crisálida?
¿Acaso una gran parte
de la humanidad no está ya madura como para permitirse el lujo de vivirse en la
Unidad y la Belleza? Hace ya tiempo que la madurez y la eficacia no están
reñidas con Principios y Valores en los que el corazón se expresa.
La mente crea el
puente, pero es el corazón el que lo cruza. La mente crea andamiajes basándose
en sus objetivos y en sus metas. Sin embargo, uno sabe muy dentro que será su
propio corazón quien va a dar el gran salto, quien, de verdad, moverá las
cosas. El corazón tiene otros ojos y radares distintos a los de la mente
práctica. Es por ello que, cuando hace falta cruzar el puente y dar el salto,
él sabe muy bien cómo mover la fuerza del impulso y desencadenar la magia del
alma.
¿Qué es el corazón?,
¿un órgano fisiológico que bombea?, ¿acaso el centro del sentimiento opuesto a
la cabeza? El corazón es algo más. Tal vez es el núcleo de todo y el móvil
esencial de la existencia. A veces se ocupa de la motivación, otras, de poner
en marcha grandes y pequeñas empresas, pero lo que sin duda siempre ha hecho,
fue calentar el pecho y diferenciarnos de las máquinas.
Si nuestro corazón
está algo cerrado por el dolor sufrido en experiencias pasadas, respiremos
profundo y decidamos abrir nuestra “coraza”. Tal vez intuyamos que ahora, en el
tiempo actual, nuestra mente tiene más recursos y dispone de más herramientas
para mantener la atención y darnos cuenta. Si simplemente queremos abrir
nuestro corazón y de nuevo encender la llama, confiemos. Semejante propósito es
algo que, por su grandeza y trascendencia, merece convocar toda la energía
disponible en las altas esferas.
En realidad, el
corazón es lo Profundo y en su propia hondura se encuentran las perlas más
valiosas. Sus reinos se reconocen mediante la intuición y sus secretos se
arrebatan tan sólo con los silencios prolongados y los retiros del alma.
Decidamos abrir el corazón de la mente y no sentirá que pierde la razón, sino
que, en todo caso, su espacio se amplía y serena.
¿Acaso no resulta
sorprendente que el término “cordura” provenga de cor-coris-corazón? En
realidad, el hecho de actuar con corazón es dar muestras de cordura. De esa
cordura existencial que nos permite recordar quiénes somos y lo que
verdaderamente merece la pena.
El corazón no es el
motor de las emociones, ni tampoco tiene que ver con los sentimientos que
abruman al alma.
El corazón no es la
pasión, ni tampoco el instinto refinado que demanda supervivencia. El corazón
es el Misterio.
El corazón está más
allá de las palabras. Es un estado de consciencia que tan sólo abre sus puertas
al elegido de la Gracia. El corazón no pesa, ni tampoco acumula ofensas. Es un
espacio sin equipaje al que entrar desnudo, vacío, sin nada.
El corazón abre sus
puertas cuando ya no hay armaduras ni espadas, cuando el niño eterno se revela
consciente y sin el peso de la memoria.
El corazón se expresa
cuando el iniciado avanza hacia ese fuego frío y azul que lo convoca. ¿Buscamos
el Grial? En respuesta a tal pregunta alguien dijo: “Si es así, ten coraje, vacía
y suelta”.
Desde mi corazón te
abrazo
domingo, marzo 11, 2012
Cuando nos autogeneramos la
suficiente motivación para hacer bien las pequeñas cosas de cada día, estamos
conspirando por la paz y por el éxito. Sin duda, se trata de una capacidad que
no tiene precio. Para hacer posible una competencia mental de esta naturaleza,
conviene poner atención y consciencia en los movimientos y matices de todo lo
que uno hace desde que se levanta por la mañana.
¿Acaso no merece la pena ser
plenamente conscientes de todo pensamiento, palabra y acción que brote de
nuestra persona? Cuando uno es consciente de su propia vida en términos de momento
presente, algo muy grande está pasando. La consciencia sostenida y la mejora
que de ella se deriva conforman una energía de crecimiento que, como bola de
nieve, abre posibilidades a empresas cada vez más grandes en cantidad y
calidad, que el interés colectivo demanda.
¿Qué es lo que determina que
una acción sea calificada como pequeña cosa, frente a otra que llamamos
grande?, ¿la cantidad de dinero que mueve?, ¿la que afecta a mayor número de
personas?, ¿la que nos demanda mayor esfuerzo o bien es la que pone en juego la
calidad total de recursos creativos que actualizan nuestras potencialidades
internas?
Para el Universo todo tiene su
importancia. Las modernas ciencias afirman que hasta el aleteo de una mariposa
puede influir sobre el clima de una ciudad entera. En este sentido, puede
suceder que una sonrisa evite accidentes en cadena y el retraso de un encuentro
cambie el destino de un planeta. Todas las cosas tienen su importancia, desde
lavar los platos con movimientos precisos y conscientes, hasta estampar una
firma clave por la que cesamos en el trabajo y vendemos la casa. Lo que vale no
es qué es lo que se hace, sino el cómo se hace. La conciencia atenta pone el
mismo amor en consolar a un niño que al presidente de una gran empresa. Todo
está encadenado en una red de interrelaciones y cada nueva acción tiene el
aroma de la propia trayectoria.
Conviene cuidar nuestras
palabras, aunque éstas se dirijan a gentes sin aparente importancia. Caminemos
conscientes de cada paso y tratemos de colocar la espalda bien recta. Mientras
tanto, observemos el juego de nuestra propia mente, como si todo ese ruido con
nosotros no fuera. Todo movimiento es importante y todo lo que logra devenir
consciente, en realidad, merece la pena.
Una vez que se tiene la mente
entrenada para hacer bien las cosas, por pequeñas o grandes que parezcan,
vendrán a buscarnos responsabilidades más grandes, tal vez porque ya no nos
afectan los riesgos y las amenazas que, para el viejo modelo, éstas conllevan.
Nuestra alma entonces estará preparada para servir a la vida y con ésta, a
todos los hombres y mujeres de la tierra. Ya no se teme al fracaso y el ego ha
cesado en sus exigencias. El camino ya permite ser recorrido con conciencia
ecuánime y con las emociones bien serenas. El entrenamiento ha podido parecer
largo, pero los frutos de la conciencia atenta llegan. El ser se recrea tanto
al freír un huevo como al detener toda una guerra.
Bien sabemos que hasta la
caída del pétalo de una rosa afecta a galaxias enteras.
Si hacemos bien las pequeñas
cosas, grandes cosas nos buscarán e impulsarán a que las realicemos.
Atención total en cada paso,
en cada cosa.
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