Hasta que no comenzamos a
observar, la mayoría de nosotros no somos completamente conscientes de qué
papeles podemos estar desempeñando. Las mejores oportunidades de averiguarlo
nos las ofrece la vida misma. Cada situación con la que nos enfrentamos nos
muestra en qué medida estamos potenciados para mantenernos por nosotros mismos,
para expresar nuestros sentimientos y, finalmente, para relacionarnos con los
demás.
La vida es siempre un espejo
perfecto para las actitudes que asumimos. Un ejemplo es que cuando creemos que
somos feos y que nadie nos ama, ese pensamiento hará que esa experiencia se
manifieste. Proyectando esa realidad sobre el mundo que nos rodea, aquello que
creemos se volverá verdadero. Lo opuesto es cierto también. Cuando creemos que
somos bellos y merecedores de amor, creamos una confirmación de esa creencia en
el mundo que nos rodea.
El grado de potenciación de
que disponemos se verá reflejado en nuestras experiencias con otras personas.
El arquetipo de la Víctima, por ejemplo, ve y crea enemigos en las otras
personas; el arquetipo del Guerrero los verá como oponentes; el arquetipo
Intuitivo percibirá que estas personas son proyecciones de sus estados de
conciencia; y el arquetipo del Guru experimentará a cada persona como una
unidad, sin separación consigo mismo.
La proyección es la
externalización de nuestro estado emocional interno; nos mantiene fijos en el
arquetipo por el que estamos viviendo. Este aspecto se observa frecuentemente
en las parejas casadas, cuando uno culpa al otro por toda su infelicidad, en
lugar de darse cuenta que su pareja está simplemente reflejando su propio
estado interior. Igualmente ocurre cuando los padres proyectan sobre sus hijos
sus propias niñerías no resueltas, buscando quizá su propio escape a todo lo
que les va mal o, por el contrario, cuando los sobreprotegen debido a que ellos
mismo no reciben suficiente amor.
Dentro de la sociedad, la proyección se encuentra en la raíz del prejuicio, ya sea éste racial, religioso o sexual: esto sucede cuando un grupo de personas proyecta sobre otro todas las cualidades negativas que no desean reconocer en sí mismas.
Dentro de la sociedad, la proyección se encuentra en la raíz del prejuicio, ya sea éste racial, religioso o sexual: esto sucede cuando un grupo de personas proyecta sobre otro todas las cualidades negativas que no desean reconocer en sí mismas.
El poseer nuestras propias
proyecciones, reconociendo que, en realidad, estamos mirando a través de
cristales distorsionados por las emociones propias, nos permitirá realizar los
correspondientes cambios en nuestra percepción y pensamiento y nos ayudará a
crecer. Una vez nos volvamos conscientes de nuestros arquetipos, podremos
elegirá qué nivel de conciencia deseamos responder a las situaciones de la
vida. Entonces podremos encontrar que deseamos modificar nuestro comportamiento
con el fin de resonar con un nivel más profundo de comprensión y autoconciencia,
y actuar de un modo apropiado a la situación.
Siempre podremos elegir
apoyarnos en nuestra conciencia interna para que nos guíe en nuestro camino. A
medida que realizamos el cambio en el pensamiento, avanzamos hacia nuevos
arquetipos, y hacia niveles superiores de vitalidad y poder, para recibir con
ello mayor fortaleza y apoyo en nuestras nuevas tareas. Las situaciones que
necesitamos para avanzar se presentarán por sí mismas en nuestras vidas a
medida que nos hallemos dispuestos a vivir nuevos desafíos desde una conciencia cada vez
más profunda de quiénes somos.
Guardamos dentro de nosotros
todos los arquetipos, inherentes en nuestra conciencia, y podemos elegir el
arquetipo con el que deseamos vivir. Podemos vivir nuestras vidas como
Víctimas, si así lo deseamos, y permanecer constantemente dependiendo del
afecto del mundo exterior, o podemos potenciarnos a nosotros mismos con una
mayor conciencia a través del trabajo interior y el desarrollo espiritual, y
vivir desde un lugar de sabiduría y maestría.