martes, noviembre 20, 2012

Aceptación.


Aceptación no es pasividad, sino lucidez para ver las cosas tal cual son, sin rechazarlas. En este punto, esta actitud se diferencia de la tolerancia: cuando dejamos que los otros nos hagan cosas o que persistan situaciones que nos dañan o comportan sufrimiento y frente a los cuales podríamos hacer algo. En este caso, deberíamos analizar la situación, y buscar qué pasa con nosotros para no producir los cambios necesarios para salir de la posición de “Víctima”.

sábado, noviembre 10, 2012

Confiar es una elección que podemos optar por cultivar y reforzar


Cuanto más veloces huimos del miedo, más grande se hace éste y más fuerte es su hechizo sobre el alma. Para librarnos de tal poder, conviene mirar de frente su paralizador influjo, y más tarde discernir si nos está protegiendo de un peligro o simplemente es un virus mental que nos inquieta.

El miedo que paraliza y deprime es el miedo neurótico que impide la acción. Se trata de un sentimiento que sintoniza con viejas tensiones y heridas no resueltas. El temor que se disfraza de inseguridad encubre anticipaciones el dolor y muchas veces hace referencia a duelos sumergidos cuyo recuerdo nos inunda de ansiedad e induce a conductas crispadas.

El miedo nace de la memoria del dolor y brota en racimos de pensamiento conectados al recuerdo. Se trata de ideas neuro-asociadas que conforman la creencia de que aquello que uno rechaza, puede volver a suceder. En realidad, si no hay memoria no hay miedo. Por este motivo, los inocentes se enfrentan con tranquilidad “irresponsable” a muchas situaciones de alto riesgo. Los inocentes no proyectan experiencias anteriores y, en consecuencia, no temen la llegada de la supuesta desgracia.

Allí donde veamos una conducta exagerada, se revela la sombra que oculta viejas heridas y, que nos demanda sin demora, un drenaje emocional del alma. Allí donde, por ejemplo, veamos la mentira en sus diferentes grados ¡Atención!, no hay maldad o estupidez, hay tan sólo una mente que se siente amenazada. Conviene mirar al miedo de frente y preguntar, ¿qué temo en realidad?, ¿qué sería lo peor que podría pasar? Al observar y concretar con precisión lo que tememos, ya se puede respirar a fondo lo temido y crear nuevas opciones más deseadas. De pronto, sucede que el gran gigante ilusorio que tan sólo puede habitar en las sombras, se esfuma disuelto a la luz de la consciencia.

La sensación de confianza y seguridad no sólo brota como consecuencia de la memoria del propio éxito, sino que también es una cualidad que nuestra inteligencia emocional desarrolla. Confiar es una elección que podemos optar por cultivar y reforzar, mientras se comprueba que tras los problemas aparecen las soluciones y que toda dificultad fortalece y enseña.

La confianza también brota desde la facultad intuitiva, desde ese insólito Ser que somos y que detrás, escondido y sabio, se revela y expresa. La confianza es un estado de conciencia, un plano mental de vida que abre a la Paz y a la Templanza. Pero, ¿de dónde brota?, ¿acaso es una protección mágica que opera desde las estrellas? Al tratar de responder, la razón tal vez dude, pero todos sabemos que no estamos solos. La Historia y el Misterio así lo avalan. El Universo nos apoya al encarar el miedo mientras hacemos con inteligencia lo que debemos, aunque se sienta inseguridad y amenaza.

Cuando nos veamos enfrentado al ridículo, a la ruina o al abandono del ser que amamos, conviene que nos detengamos unos instantes. Conviene que respiremos profundamente, distanciándonos del escenario mientras nos dejamos atravesar por la columna de luz, que penetra por lo más alto de nuestra cabeza. Más tarde, la sencillez suavizará lo que tememos y la sobriedad será nuestra aliada. No hay temor agudo que sobreviva si lo respiramos de forma consciente y continuada. Sólo hay que detenerse y observar sin eludir ningún aspecto y sin tapar ninguna de las caras. 

Desde el Silencio Consciente, de pronto, la mejor opción brota y la vida, de nuevo, tiene sentido mientras uno, a sí mismo, se reinventa. Ya todo está en su sitio. Uno sabe a qué atenerse y vuelve a fluir centrado en el núcleo de la confianza.

Haciendo lo que tememos, disolvemos nuestro temor. 

domingo, octubre 14, 2012

Proyecciones: La vida como espejo de nuestros sentimientos

Hasta que no comenzamos a observar, la mayoría de nosotros no somos completamente conscientes de qué papeles podemos estar desempeñando. Las mejores oportunidades de averiguarlo nos las ofrece la vida misma. Cada situación con la que nos enfrentamos nos muestra en qué medida estamos potenciados para mantenernos por nosotros mismos, para expresar nuestros sentimientos y, finalmente, para relacionarnos con los demás.

La vida es siempre un espejo perfecto para las actitudes que asumimos. Un ejemplo es que cuando creemos que somos feos y que nadie nos ama, ese pensamiento hará que esa experiencia se manifieste. Proyectando esa realidad sobre el mundo que nos rodea, aquello que creemos se volverá verdadero. Lo opuesto es cierto también. Cuando creemos que somos bellos y merecedores de amor, creamos una confirmación de esa creencia en el mundo que nos rodea.

El grado de potenciación de que disponemos se verá reflejado en nuestras experiencias con otras personas. El arquetipo de la Víctima, por ejemplo, ve y crea enemigos en las otras personas; el arquetipo del Guerrero los verá como oponentes; el arquetipo Intuitivo percibirá que estas personas son proyecciones de sus estados de conciencia; y el arquetipo del Guru experimentará a cada persona como una unidad, sin separación consigo mismo.

La proyección es la externalización de nuestro estado emocional interno; nos mantiene fijos en el arquetipo por el que estamos viviendo. Este aspecto se observa frecuentemente en las parejas casadas, cuando uno culpa al otro por toda su infelicidad, en lugar de darse cuenta que su pareja está simplemente reflejando su propio estado interior. Igualmente ocurre cuando los padres proyectan sobre sus hijos sus propias niñerías no resueltas, buscando quizá su propio escape a todo lo que les va mal o, por el contrario, cuando los sobreprotegen debido a que ellos mismo no reciben suficiente amor.

Dentro de la sociedad, la proyección se encuentra en la raíz del prejuicio, ya sea éste racial, religioso o sexual: esto sucede cuando un grupo de personas proyecta sobre otro todas las cualidades negativas que no desean reconocer en sí mismas.

El poseer nuestras propias proyecciones, reconociendo que, en realidad, estamos mirando a través de cristales distorsionados por las emociones propias, nos permitirá realizar los correspondientes cambios en nuestra percepción y pensamiento y nos ayudará a crecer. Una vez nos volvamos conscientes de nuestros arquetipos, podremos elegirá qué nivel de conciencia deseamos responder a las situaciones de la vida. Entonces podremos encontrar que deseamos modificar nuestro comportamiento con el fin de resonar con un nivel más profundo de comprensión y autoconciencia, y actuar de un modo apropiado a la situación.

Siempre podremos elegir apoyarnos en nuestra conciencia interna para que nos guíe en nuestro camino. A medida que realizamos el cambio en el pensamiento, avanzamos hacia nuevos arquetipos, y hacia niveles superiores de vitalidad y poder, para recibir con ello mayor fortaleza y apoyo en nuestras nuevas tareas. Las situaciones que necesitamos para avanzar se presentarán por sí mismas en nuestras vidas a medida que nos hallemos dispuestos a vivir  nuevos desafíos desde una conciencia cada vez más profunda de quiénes somos.

Guardamos dentro de nosotros todos los arquetipos, inherentes en nuestra conciencia, y podemos elegir el arquetipo con el que deseamos vivir. Podemos vivir nuestras vidas como Víctimas, si así lo deseamos, y permanecer constantemente dependiendo del afecto del mundo exterior, o podemos potenciarnos a nosotros mismos con una mayor conciencia a través del trabajo interior y el desarrollo espiritual, y vivir desde un lugar de sabiduría y maestría.

domingo, septiembre 23, 2012

Evolucionar y crecer como seres con alma


El mayor coraje que una persona puede expresar, ocurre cuando, tras sufrir una gran derrota, mantiene en alza su nivel de autoestima. Cuando el ser humano no permite que el error o el fracaso quiebren su ánimo y fortaleza, está haciendo gala de un íntimo coraje que le posibilitará reflexiones competentes e inspirados ajustes para oportunidades venideras. Tal vez, para ganar y conservar la sensatez y la templanza haya que aprender previamente a perder.

La verdadera victoria no está en el resultado cuantificable a corto plazo sino en el aprendizaje obtenido. En realidad, el gran propósito que resume todos los pequeños objetivos de la vida se centra en evolucionar y crecer como seres con alma. La derrota no existe, ya que todos los acontecimientos con aroma de frustración que uno experimente, suponen enseñanzas. La finalidad del laberinto iniciático que recorre el ser humano en la vida, consiste en desarrollar el conocimiento del sí mismo y expandir hasta el infinito la consciencia.

No hay derrotas, hay tan sólo experiencias que señalan el camino que se nos invita a recorrer con sus luces y sus sombras. El gran objetivo es devenir lo suficientemente lúcidos como para aprender de los errores mientras recorremos la existencia. No hay culpas ni castigos, sino una totalizadora u holística interacción del Universo entre las redes que tejen el destino de cada persona. Cuando alguien siente frustración porque no le es concedido un trabajo al que opta, puede tener la tentación de “tirar la toalla” y olvidar que nada es casual. El que cree en sí mismo sabe que hay un lugar en el mundo para él, sabe que la vida le depara un proceso que, más largo o más corto, vivenciará con todas las sinuosidades emocionales que conlleva.

“La perseverancia trae ventura” dijo el I-Ching hace 4.000 años. Un Principio que ya fue captado por los antiguos filósofos chinos al primar la perseverancia como una capacidad de la inteligencia. Cuando uno persevera, observa los errores pasados y registra eficazmente las propias acciones que rechaza. El control de la ansiedad anticipadora comienza por el aprender a amar la acción por la acción, independientemente del resultado. Cada paso, cada movimiento, cada gesto, por pequeño y funcional que éste sea, supone un fin en sí mismo y merece toda nuestra atención y consciencia. La victoria final es uno mismo.

La Victoria de las victorias supone integrar la experiencia vivida en un núcleo consciente de apertura. Somos mucho más que una noria de ilusiones y decepciones. Somos Luz en plena amnesia de opacidad que, a lo largo de la vida, misteriosamente, deviene consciente de sí misma. El camino es largo y a la vez corto, ya que en última instancia no hay nada que buscar porque uno ya es lo que busca. ¿Por qué no nos lo creemos? El Gran Olvido forma parte del juego del vivir que, en cierto modo, es el juego de recordar. Cuando la cortina de niebla comienza a retirarse, uno comprende que el mundo es perfecto tal cual es, incluidos nuestros deseos de cambiarlo. Y en realidad, cuando uno mira la campaña de la vida ya vivida, sabe que pase lo que pase, en el fondo de sí mismo, sabe nunca ha pasado nada. Tal vez una mañana no muy lejana, al abrir nuestros ojos, sintamos que hemos despertado de algo más que del sueño habitual de cada noche.

Tal vez sintamos que, de pronto, hemos despertado del gran sueño del yo separado. Uno entonces comprende que está inmerso en la gran aventura de la conciencia cuyo despertar es la verdadera victoria.

Muchas pequeñas derrotas conducen a la gran victoria. Chuang Tzu

jueves, agosto 09, 2012


La verdad está en el descubrir, no en lo descubierto.

El propio hecho de descubrir implica abrir la mirada a un nuevo horizonte. Y tal vez, la labor de descubrir sea la misión esencial que el ser humano tiene asignada sobre la tierra. Se trata de perforar cada día nuevas capas de cebolla que nos aproximen al núcleo esencial de todas las cosas.

Cada vez que descubrimos, nos asomamos al balcón de una nueva porción de verdad y de existencia.

Cuando experimentamos el hecho de descubrir junto a otra persona, se produce un chispazo que nos hace cómplices del instante mágico del darse cuenta. Cuando descubrimos una cualidad, hasta entonces oculta o simplemente comprendemos los procesos mentales que nos conforman, sentimos la felicidad del que se sabe que crece y se libera. Sin embargo, más tarde sucede que la mente tiende a quedarse enganchada dando vueltas sobre lo descubierto, sin percatarse de que el verdadero gozo estaba en el descubrir. ¿Existe verdad mayor que la fugaz y luminosa chispa del descubrimiento?, ¿puede haber algo más bello que compartir, el acontecimiento del descubrir?

Intuimos que somos algo más que cuerpo. Intuimos que algo en nosotros es Luz, Infinitud y Totalidad. Y sucede que todo aquello que contribuye a descubrir tal esencia, vitaliza los sentidos y produce júbilo en el alma. Descubrir quiénes somos y descubrir cómo funcionan nuestras diferentes partes internas, es un regalo tan intenso como pasajero. Algo parecido al relámpago que al llegar de súbito, todo lo ilumina

Cuantos más rayos tiene una tormenta, más horizonte se descubre aunque sea en una noche de nubes negras. Vivir en el descubrimiento sostenido conlleva un estado de conciencia que recuerda al del niño que se sorprende, una y otra vez, porque ve todas las cosas como nuevas. “Sed como niños para entrar en el Reino”, dijo el Lúcido refiriéndose al estado de suprema inocencia. Un estado que carece de memoria y anticipación y en el que, en cada instante, se descubre maravillado una existencia nueva. Redescubramos al niño interno y rescatemos su inmensa grandeza. Ahora ya somos conscientes del regalo que supone recrearnos en la perfección que subyace tras nuestras luces y sombras internas.

Lo que ha sido descubierto, pasado un instante, ya queda viejo. Sin embargo, el descubrir es siempre fresco. Una experiencia que no depende de lo de fuera, de sus artilugios, ni de los “efectos especiales” que adornen las superficies externas.

El descubrir depende de la actitud con que se encara la vida, depende de la capacidad de vaciarse y soltar registros ya vividos, archivos que se proyectan en todo aquello que uno mira con carga vieja.

El descubrir supone soltar suposiciones y neutralizar el control que quiere ejercer la cabeza. Merece la pena abrirse a lo nuevo y recordar que todo lo recién nacido está en sus ojos y no precisamente en las “afueras” de su propia cara.

La conciencia creativa permite, en cada momento, que uno se construya la vida como si de pintar un lienzo se tratara. Para ello, el artista descubre la chispa de la siguiente pincelada. Y aunque ignora lo que va hacer luego, confía que en el paso siguiente, descubrirá la forma y resolverá la encrucijada. El camino se hace al andar, descubriendo, cada segundo, el lugar de la próxima pisada. La anticipación emocional condiciona la mente a tener que vivir lo que previamente programó en la proyección al futuro de su propia historieta. Cuando vamos a una fiesta con la intención de repetir el gozo de la anterior, decimos adiós a lo nuevo y apostamos por una frustración completa.

En realidad, el que descubre es el que despierta.


domingo, julio 22, 2012

El reconocimiento de los padres.

Es importante que los hijos reconozcan a sus padres. “Honrando a los padres, algo se arregla en las profundidades del alma”, dice Hellinger y describe que no les corresponde a los hijos juzgar a sus padres, ya que el hecho de convertirse en padre o madre no depende de cualidades morales, sino de un acto determinado, establecido de antemano e independiente de características morales. “Los padres merecen el reconocimiento como padres por la consumación de un acto, y sólo por esta consumación.” Aquí, no hay lugar para juicios morales; desde este punto de vista, no hay padres buenos o malos. Los padres les dan a los hijos la vida, el bien supremo, y es esto lo que los hijos deben agradecer.

El respeto ante los padres como fundamento de la propia identidad

Este enfoque naturalmente es provocativo. ¿Cómo podrá un hijo respetar a sus padres cuando éstos abusaron de él, lo maltrataron o lo dieron? Aquí, la atención se centrará en no confundir los niveles. Cuando se trata de que una persona, en su desarrollo, llegue a estar “completo”, es imprescindible integrar interiormente a ambos padres. Una persona sólo puede encontrar su identidad estando en paz con ambos padres. “Cuando se excluye a uno de los padres, el hijo sólo está a medias, sintiendo el vacío y la falta, lo cual es la base de la depresión. La depresión se sana integrando al padre o a la madre excluidos, dándole su lugar y su dignidad.”

Muchas veces, las personas sienten el miedo de hacerse como sus padres, pero este rechazo de determinadas características de los padres únicamente los lleva a rechazarse también a ellos mismos.

El tomar e integrar al padre y a la madre es un proceso independiente de sus cualidades y de sus actos posteriores, “es un proceso curativo” que nos llena de amor, abundancia y paz.

Honro a mi papa y a mi mama y les digo GRACIAS POR LA VIDA QUE ME DIERON.

lunes, junio 25, 2012

El corazón.


El camino de la vida parece ser una travesía hacia la realización de nuestra particular misión. Paso a paso, ciclo a ciclo, el viajero recorre paisajes emocionales en los que, a veces, queda muy poca motivación y entusiasmo para seguir la marcha.

El peregrino que llevamos dentro sabe muy bien que cada jornada, por muy vulgar que a menudo parezca, es un trozo del camino hacia la realización del alma. Para ello, viajemos atentos a las señales del cielo que, apareciendo aquí y allá, confirman la dirección y aseguran el contacto mágico durante la jornada.

¿Acaso no es éste un tiempo en el que, tras el pragmatismo y la racionalidad, nos acercamos veloces a la apertura de la crisálida?

¿Acaso una gran parte de la humanidad no está ya madura como para permitirse el lujo de vivirse en la Unidad y la Belleza? Hace ya tiempo que la madurez y la eficacia no están reñidas con Principios y Valores en los que el corazón se expresa.

La mente crea el puente, pero es el corazón el que lo cruza. La mente crea andamiajes basándose en sus objetivos y en sus metas. Sin embargo, uno sabe muy dentro que será su propio corazón quien va a dar el gran salto, quien, de verdad, moverá las cosas. El corazón tiene otros ojos y radares distintos a los de la mente práctica. Es por ello que, cuando hace falta cruzar el puente y dar el salto, él sabe muy bien cómo mover la fuerza del impulso y desencadenar la magia del alma.

¿Qué es el corazón?, ¿un órgano fisiológico que bombea?, ¿acaso el centro del sentimiento opuesto a la cabeza? El corazón es algo más. Tal vez es el núcleo de todo y el móvil esencial de la existencia. A veces se ocupa de la motivación, otras, de poner en marcha grandes y pequeñas empresas, pero lo que sin duda siempre ha hecho, fue calentar el pecho y diferenciarnos de las máquinas.

Si nuestro corazón está algo cerrado por el dolor sufrido en experiencias pasadas, respiremos profundo y decidamos abrir nuestra “coraza”. Tal vez intuyamos que ahora, en el tiempo actual, nuestra mente tiene más recursos y dispone de más herramientas para mantener la atención y darnos cuenta. Si simplemente queremos abrir nuestro corazón y de nuevo encender la llama, confiemos. Semejante propósito es algo que, por su grandeza y trascendencia, merece convocar toda la energía disponible en las altas esferas.

En realidad, el corazón es lo Profundo y en su propia hondura se encuentran las perlas más valiosas. Sus reinos se reconocen mediante la intuición y sus secretos se arrebatan tan sólo con los silencios prolongados y los retiros del alma. Decidamos abrir el corazón de la mente y no sentirá que pierde la razón, sino que, en todo caso, su espacio se amplía y serena.

¿Acaso no resulta sorprendente que el término “cordura” provenga de cor-coris-corazón? En realidad, el hecho de actuar con corazón es dar muestras de cordura. De esa cordura existencial que nos permite recordar quiénes somos y lo que verdaderamente merece la pena.

El corazón no es el motor de las emociones, ni tampoco tiene que ver con los sentimientos que abruman al alma.

El corazón no es la pasión, ni tampoco el instinto refinado que demanda supervivencia. El corazón es el Misterio.

El corazón está más allá de las palabras. Es un estado de consciencia que tan sólo abre sus puertas al elegido de la Gracia. El corazón no pesa, ni tampoco acumula ofensas. Es un espacio sin equipaje al que entrar desnudo, vacío, sin nada.

El corazón abre sus puertas cuando ya no hay armaduras ni espadas, cuando el niño eterno se revela consciente y sin el peso de la memoria.

El corazón se expresa cuando el iniciado avanza hacia ese fuego frío y azul que lo convoca. ¿Buscamos el Grial? En respuesta a tal pregunta alguien dijo: “Si es así, ten coraje, vacía y suelta”.

Desde mi corazón te abrazo 

domingo, marzo 11, 2012


Cuando nos autogeneramos la suficiente motivación para hacer bien las pequeñas cosas de cada día, estamos conspirando por la paz y por el éxito. Sin duda, se trata de una capacidad que no tiene precio. Para hacer posible una competencia mental de esta naturaleza, conviene poner atención y consciencia en los movimientos y matices de todo lo que uno hace desde que se levanta por la mañana.

¿Acaso no merece la pena ser plenamente conscientes de todo pensamiento, palabra y acción que brote de nuestra persona? Cuando uno es consciente de su propia vida en términos de momento presente, algo muy grande está pasando. La consciencia sostenida y la mejora que de ella se deriva conforman una energía de crecimiento que, como bola de nieve, abre posibilidades a empresas cada vez más grandes en cantidad y calidad, que el interés colectivo demanda.

¿Qué es lo que determina que una acción sea calificada como pequeña cosa, frente a otra que llamamos grande?, ¿la cantidad de dinero que mueve?, ¿la que afecta a mayor número de personas?, ¿la que nos demanda mayor esfuerzo o bien es la que pone en juego la calidad total de recursos creativos que actualizan nuestras potencialidades internas?

Para el Universo todo tiene su importancia. Las modernas ciencias afirman que hasta el aleteo de una mariposa puede influir sobre el clima de una ciudad entera. En este sentido, puede suceder que una sonrisa evite accidentes en cadena y el retraso de un encuentro cambie el destino de un planeta. Todas las cosas tienen su importancia, desde lavar los platos con movimientos precisos y conscientes, hasta estampar una firma clave por la que cesamos en el trabajo y vendemos la casa. Lo que vale no es qué es lo que se hace, sino el cómo se hace. La conciencia atenta pone el mismo amor en consolar a un niño que al presidente de una gran empresa. Todo está encadenado en una red de interrelaciones y cada nueva acción tiene el aroma de la propia trayectoria.

Conviene cuidar nuestras palabras, aunque éstas se dirijan a gentes sin aparente importancia. Caminemos conscientes de cada paso y tratemos de colocar la espalda bien recta. Mientras tanto, observemos el juego de nuestra propia mente, como si todo ese ruido con nosotros no fuera. Todo movimiento es importante y todo lo que logra devenir consciente, en realidad, merece la pena.

Una vez que se tiene la mente entrenada para hacer bien las cosas, por pequeñas o grandes que parezcan, vendrán a buscarnos responsabilidades más grandes, tal vez porque ya no nos afectan los riesgos y las amenazas que, para el viejo modelo, éstas conllevan. Nuestra alma entonces estará preparada para servir a la vida y con ésta, a todos los hombres y mujeres de la tierra. Ya no se teme al fracaso y el ego ha cesado en sus exigencias. El camino ya permite ser recorrido con conciencia ecuánime y con las emociones bien serenas. El entrenamiento ha podido parecer largo, pero los frutos de la conciencia atenta llegan. El ser se recrea tanto al freír un huevo como al detener toda una guerra.

Bien sabemos que hasta la caída del pétalo de una rosa afecta a galaxias enteras.

Si hacemos bien las pequeñas cosas, grandes cosas nos buscarán e impulsarán a que las realicemos.

Atención total en cada paso, en cada cosa.