martes, noviembre 23, 2010

Estar centrado.

Cuando yo vivo mi centro es cuando descubro el centro de los demás. Antonio Blay
“¿qué es eso de centrado?, ¿de qué centro se trata?, ¿acaso es alguna conexión interna por la que todo fluye y encaja, sin forzar nada?, ¿acaso es un centro que está en todas partes?, ¿es que tal vez, el hecho de vivirse centrados supone haber aprendido a instalarse silencios profundos sin exigencias?”
Algunos lo llaman esencia, otros lo reconocen como ánima y conciencia. Dicen que todos tenemos y somos Eso, y que unas veces brota y otras se oculta, pero que nunca, en realidad, perdemos su oculta influencia. Se parece al Sol, que aunque haya nubes, siempre está detrás e irradia. Sin embargo, cuando, de pronto, perdemos el puntito y nos sentimos descentrados, ¿cómo barrer las nieblas y volver a vivirse desde la fuerza serena? Cuando la tormenta arrecia, ¿qué hacer para disolver las nubes de la mente y recuperar la Gracia y la sonrisa completa? Tal vez, en semejantes situaciones, tan sólo podamos respirar, observar y esperar.
Se intuye que al respirar profunda y conscientemente, también se sueltan las tensiones internas. Entonces constatamos que así como cada ola del mar tiene toda la fuerza del océano, de la misma forma, cada respiración consciente tiene toda la fuerza de la Vida. Mientras respiramos atentamente, observamos y permitimos que nuestras sensaciones y pensamientos vayan y vengan. Uno es Testigo ecuánime de la corriente mental que nunca permanece igual y siempre cambia. Ideas que vienen y van, mientras el Yo espectador atento permanece en neutralidad imperturbada.
Cuando vivimos centrados, resonamos con el Sol radiante, con el Ser que orbita alrededor de otros centros mayores de luz y fuerza. En realidad, todo gira y se mueve en un Universo que atestigua como océano de energía-consciencia en constante danza. Todo late en el gran sueño, incluidas las subidas y las bajadas de un ego que navega en el reino ordinario de la impermanencia. Mientras tanto, el Ser en conciencia despierta, ES inmóvil en el centro de la noria.

En nuestra vida hay, a veces, noches oscuras del alma. Son episodios en los que uno pierde el centro y se deja llevar por la fuerza centrífuga de la gran *peonza. De pronto, uno siente que no puede disolver las nubes de su conflicto y que no encuentra las palabras adecuadas. ¿Qué hacer?, ¿tal vez retirarse... darse un espacio en la desimplicación... y esperar a mañana?
Durante la noche, la mente habrá trabajado, metabolizando emociones y ordenando programas. Una vez más, la magia de la vida nos llevará al centro, y, una vez más, despertaremos sabiendo que todo pasa y que ya no importa. Hoy es otro día. Hoy la vida nos invita a recibir la llegada sutil de lo nuevo sabiendo que las encrucijadas son oportunidades para permitir que los viejos patrones se desprendan y afloren renovados proyectos, mientras la consciencia se despierta y ensancha.
Cuando recuperamos el centro, observamos y sentimos a todos como hermanos que caminan hacia la gran meta. Desde el centro fluimos con todos los seres vivos, sabiendo que todo sucede desde el mismo núcleo del alma. Uno siente gratitud y da gracias al Universo por morir y renacer tantas veces en una sola vida. Por volver a empezar y descubrir, una y mil veces, quiénes en realidad somos y en qué juego estamos metidos hasta las entrañas. ¿El centro? Lo Profundo. En todas partes, y a la vez tan íntimo y sutil. Océano de todo, observación silenciosa.