La Navidad, es tiempo de encuentro, las realizaciones más simples y más profundas son aquellas que tienen lugar en la familia.
Con un nuevo nacimiento de Jesús, se nos invita a entrar en un nuevo tiempo de madurez, ilusión y esperanza, una nueva oportunidad de volver a nacer, del compartir la luz en el mundo y en cada uno de nosotros, de miramos a los ojos, de valorar, de honrar, bendecir y agradecer... de un reencuentro en el Amor.
Cristo es un ser humano que da su vida por la vida, es decir, la vida siempre triunfa, ese es el mensaje de la Navidad, más allá de nuestras creencias religiosas.
Cuando entendemos la vida como un regalo, empezamos a asumir la propia existencia y empezamos a ver la vida de los otros como un regalo en nuestras vidas, con miles de posibilidades para desarrollar.
El gran regalo es decir: “te amo tal como eres y me amo tal como soy”.
Navidad es tiempo para recordar a los que ya partieron y ponerlos en el altar de nuestro corazón. Para que este anhelo de paz se concrete en una paz cada vez más profunda, es necesario que tengamos en nuestro corazón, en un lugar bueno y único para cada quien, a todos los miembros de nuestra familia.
Que esta navidad sea la que nos revele el gran poder que tenemos de elegir lo que sentimos. Que el sentir, junto con el poder de la voluntad, permitan que la Paz de la Navidad se afiance en nosotros y sea esta nuestro constante regalo, nuestro presente en esta elegida Navidad Eterna segundo a segundo.
Te deseo que el dolor sea transformado en Amor por el Amor, que lo esencial sea aceptar la invitación a abrir el corazón y dar lo mejor de nosotros y que la estrella de Belén sea la que ilumine el camino que emprendamos en el 2011.
Desde mi corazón… FELIZ NAVIDAD
María Inés
lunes, diciembre 20, 2010
martes, noviembre 23, 2010
Estar centrado.
“¿qué es eso de centrado?, ¿de qué centro se trata?, ¿acaso es alguna conexión interna por la que todo fluye y encaja, sin forzar nada?, ¿acaso es un centro que está en todas partes?, ¿es que tal vez, el hecho de vivirse centrados supone haber aprendido a instalarse silencios profundos sin exigencias?”
Algunos lo llaman esencia, otros lo reconocen como ánima y conciencia. Dicen que todos tenemos y somos Eso, y que unas veces brota y otras se oculta, pero que nunca, en realidad, perdemos su oculta influencia. Se parece al Sol, que aunque haya nubes, siempre está detrás e irradia. Sin embargo, cuando, de pronto, perdemos el puntito y nos sentimos descentrados, ¿cómo barrer las nieblas y volver a vivirse desde la fuerza serena? Cuando la tormenta arrecia, ¿qué hacer para disolver las nubes de la mente y recuperar la Gracia y la sonrisa completa? Tal vez, en semejantes situaciones, tan sólo podamos respirar, observar y esperar.
Se intuye que al respirar profunda y conscientemente, también se sueltan las tensiones internas. Entonces constatamos que así como cada ola del mar tiene toda la fuerza del océano, de la misma forma, cada respiración consciente tiene toda la fuerza de la Vida. Mientras respiramos atentamente, observamos y permitimos que nuestras sensaciones y pensamientos vayan y vengan. Uno es Testigo ecuánime de la corriente mental que nunca permanece igual y siempre cambia. Ideas que vienen y van, mientras el Yo espectador atento permanece en neutralidad imperturbada.
Cuando vivimos centrados, resonamos con el Sol radiante, con el Ser que orbita alrededor de otros centros mayores de luz y fuerza. En realidad, todo gira y se mueve en un Universo que atestigua como océano de energía-consciencia en constante danza. Todo late en el gran sueño, incluidas las subidas y las bajadas de un ego que navega en el reino ordinario de la impermanencia. Mientras tanto, el Ser en conciencia despierta, ES inmóvil en el centro de la noria.
En nuestra vida hay, a veces, noches oscuras del alma. Son episodios en los que uno pierde el centro y se deja llevar por la fuerza centrífuga de la gran *peonza. De pronto, uno siente que no puede disolver las nubes de su conflicto y que no encuentra las palabras adecuadas. ¿Qué hacer?, ¿tal vez retirarse... darse un espacio en la desimplicación... y esperar a mañana?
Durante la noche, la mente habrá trabajado, metabolizando emociones y ordenando programas. Una vez más, la magia de la vida nos llevará al centro, y, una vez más, despertaremos sabiendo que todo pasa y que ya no importa. Hoy es otro día. Hoy la vida nos invita a recibir la llegada sutil de lo nuevo sabiendo que las encrucijadas son oportunidades para permitir que los viejos patrones se desprendan y afloren renovados proyectos, mientras la consciencia se despierta y ensancha.
Cuando recuperamos el centro, observamos y sentimos a todos como hermanos que caminan hacia la gran meta. Desde el centro fluimos con todos los seres vivos, sabiendo que todo sucede desde el mismo núcleo del alma. Uno siente gratitud y da gracias al Universo por morir y renacer tantas veces en una sola vida. Por volver a empezar y descubrir, una y mil veces, quiénes en realidad somos y en qué juego estamos metidos hasta las entrañas. ¿El centro? Lo Profundo. En todas partes, y a la vez tan íntimo y sutil. Océano de todo, observación silenciosa.
Algunos lo llaman esencia, otros lo reconocen como ánima y conciencia. Dicen que todos tenemos y somos Eso, y que unas veces brota y otras se oculta, pero que nunca, en realidad, perdemos su oculta influencia. Se parece al Sol, que aunque haya nubes, siempre está detrás e irradia. Sin embargo, cuando, de pronto, perdemos el puntito y nos sentimos descentrados, ¿cómo barrer las nieblas y volver a vivirse desde la fuerza serena? Cuando la tormenta arrecia, ¿qué hacer para disolver las nubes de la mente y recuperar la Gracia y la sonrisa completa? Tal vez, en semejantes situaciones, tan sólo podamos respirar, observar y esperar.
Se intuye que al respirar profunda y conscientemente, también se sueltan las tensiones internas. Entonces constatamos que así como cada ola del mar tiene toda la fuerza del océano, de la misma forma, cada respiración consciente tiene toda la fuerza de la Vida. Mientras respiramos atentamente, observamos y permitimos que nuestras sensaciones y pensamientos vayan y vengan. Uno es Testigo ecuánime de la corriente mental que nunca permanece igual y siempre cambia. Ideas que vienen y van, mientras el Yo espectador atento permanece en neutralidad imperturbada.
Cuando vivimos centrados, resonamos con el Sol radiante, con el Ser que orbita alrededor de otros centros mayores de luz y fuerza. En realidad, todo gira y se mueve en un Universo que atestigua como océano de energía-consciencia en constante danza. Todo late en el gran sueño, incluidas las subidas y las bajadas de un ego que navega en el reino ordinario de la impermanencia. Mientras tanto, el Ser en conciencia despierta, ES inmóvil en el centro de la noria.
En nuestra vida hay, a veces, noches oscuras del alma. Son episodios en los que uno pierde el centro y se deja llevar por la fuerza centrífuga de la gran *peonza. De pronto, uno siente que no puede disolver las nubes de su conflicto y que no encuentra las palabras adecuadas. ¿Qué hacer?, ¿tal vez retirarse... darse un espacio en la desimplicación... y esperar a mañana?
Durante la noche, la mente habrá trabajado, metabolizando emociones y ordenando programas. Una vez más, la magia de la vida nos llevará al centro, y, una vez más, despertaremos sabiendo que todo pasa y que ya no importa. Hoy es otro día. Hoy la vida nos invita a recibir la llegada sutil de lo nuevo sabiendo que las encrucijadas son oportunidades para permitir que los viejos patrones se desprendan y afloren renovados proyectos, mientras la consciencia se despierta y ensancha.
Cuando recuperamos el centro, observamos y sentimos a todos como hermanos que caminan hacia la gran meta. Desde el centro fluimos con todos los seres vivos, sabiendo que todo sucede desde el mismo núcleo del alma. Uno siente gratitud y da gracias al Universo por morir y renacer tantas veces en una sola vida. Por volver a empezar y descubrir, una y mil veces, quiénes en realidad somos y en qué juego estamos metidos hasta las entrañas. ¿El centro? Lo Profundo. En todas partes, y a la vez tan íntimo y sutil. Océano de todo, observación silenciosa.
lunes, noviembre 01, 2010
Nuestra actitud ante la vida
El problema no está, en si la vida es fácil o difícil, sino en cómo reaccionamos ante los obstáculos.
El problema no está, en si la vida es fácil o difícil, sino en cómo reaccionamos ante los obstáculos.
Si un día se te cierra una puerta, la solución no es romperte la cabeza dando contra ella, sino preguntarte si no habrá, al lado de ella o en la misma dirección, alguna otra puerta por la que puedas pasar.
En la vida tienes que aceptar a veces salidas de emergencia, aunque te obliguen a dar un pequeño rodeo. Procura, al mismo tiempo, tener siempre encendidas tres o cuatro ilusiones; así, si te apagan una, aún tendrás otras de las que seguir viviendo.
Distingue siempre entre tus ideales y las formas de realizarlos. Aquellos son intocables, estas no. Si alguien pone obstáculos a tu ideal, pregúntate si se opone de veras a tu ideal o a la forma en que estás realizándolo. Y no veas problema en cambiar de forma de buscarlo, siempre en cuanto sigas buscando el mismo ideal.
Aprende en la vida a ser persistente y tenaz, pero no confundas la tenacidad con la cabeza dura.
No cedas ni en tus ideas ni en tus convicciones, pero no olvides que una verdad puede decirse de mil maneras y que no siempre vale la pena sufrir por ciertos modos de expresión.
Y cuando llegue una ola que sea más fuerte que tú, agáchate, déjala pasar, espera... y luego, sigue nadando. Intenta convertirte en lo mejor que puedes ser.
Muchos tienen miedo de lograr su potencial porque temen encontrarse con una puerta cerrada. Esto no es una actitud correcta. Debes desarrollarte a ti mismo lo mejor posible.
Aún la persona más pequeña tiene el potencial más grande si utiliza todo lo que está dentro de ella.
Hoy podríamos preguntarnos cuál es nuestra actitud ante la vida. Quizás es el momento de empezar a modificar todo aquello que no nos permite avanzar o que pone freno a nuestras ilusiones.
A veces somos tercos y ni siquiera intentamos cambiar un poco y al pasar los años, cuando ya estamos cerca del final mirando hacia atrás nos decimos: - Si hubiera hecho... Si en aquel momento... Si se me hubiera ocurrido...
Nuestra actitud ante la vida es la que encierra la respuesta a muchos de nuestros interrogantes, solo que a veces no vemos nada, o creemos ser fantásticos y preferimos convencernos y culpar al entorno de todo cuanto nos sucede.
Todos vivimos inmersos en nuestro entorno y en nuestra circunstancia... Entorno y circunstancia que la mayoría de las veces son difíciles o imposibles de modificar, de modo que, en cierta medida, somos un poco esclavos de ellos. Pero lo que si podemos modificar es nuestra actitud ante esos factores... Podemos dejar que nos abatan y nos dominen... O podemos triunfar ante ellos.
Esos que triunfan, esos que pese a todo lo que se les pone a su paso, logran beber la vida como viene, sin tribulaciones, esos que logran atrapar entre sus manos lo que verdaderamente tiene sentido y dejan de lado todo lo superfluo, esos habrán dado con la clave... Y serán los poseedores de la felicidad.
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