La mente humana suele tender a anticipar desgracias. Y sucede que cuando sufrimos antes de lo necesario, sufrimos más de lo necesario. Las estadísticas afirman que el noventa por ciento de nuestros sufrimientos los causan cosas anticipatorias que no han sucedido ni van a suceder. Si observamos nuestra mente, comprobaremos que funciona de manera fugaz e inquieta. Se mueve yendo y viniendo entre el pasado y el futuro y discurre rápida entre los polos de la antelación y la memoria. Pero tal función no tiene por qué conllevar la anticipación sufridora que, a menudo, tortura a muchas personas.
La mente cuida de nuestro cuerpo, revisando velozmente registros pasados, a la vez que los proyecta en sucesos por venir. Una función que, aunque nos protege de peligros y previene riesgos, puede generar pensamientos infundados acerca de desgracias venideras. No tenemos más que el presente. El estado de pre-ocupación es estéril, ya que lo apropiado es ocuparse, no pre-ocuparse que es lo mismo que ocuparse antes de tiempo. Recordemos que somos más felices y eficaces creando soluciones que dando vueltas en torno a los problemas. Entretanto, ¿qué mejor que abrir el corazón a la esperanza?
Una mente que procesa el problema, que se acerca una y otra vez a éste y no crea soluciones, es una mente incompetente e incompleta. Una mente sana observa el problema y, rápidamente, lo suelta para reorientarse de inmediato hacia el vislumbre de las soluciones que correspondan. El miedo y la tensión, tan sólo cumplen su verdadera misión cuando movilizan la inteligencia hacia la acción que convenga. Mantengamos la atención para no “engancharnos” al problema, ya que una vez “visto” éste, donde realmente tenemos que poner nuestra visión es en las soluciones certeras. No miremos tanto al veneno como al antídoto. Y, si al principio éste no se ve, tal ausencia no quiere decir nada. Por el mero hecho de “mirar” dicho espacio, los remedios y soluciones aparecerán progresivamente en la consciencia. Aquello en lo que uno enfoca su atención tiende a crecer, se trate de solución o se trate de problema.
Cuando se quiere ayudar a una persona cuya mente se siente amenazada por problemas venideros, lo mejor que puede hacerse es ayudar a dicha mente a que se torne clara y confiada. De esta forma, estará más capacitada para enfrentar las pruebas que se avecinen con ecuanimidad y eficacia. Entonces, ¿qué mejor apuesta que fomentar los recursos del ahora? Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma.
La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese Poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia.
Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: Observadores del gran regalo de la consciencia.
Recordemos que al final, todo se arregla, y que, en realidad, nunca pasa nada. Además, si uno reflexiona, termina por reconocer que el dolor y las pérdidas pasadas abrieron nuevas avenidas internas por las que se expandió la consciencia. El dolor que tuvimos que soportar, acompañado de pérdidas, vació nuestro ego y “pinchó” ilusiones que nos esclavizaban. Más tarde, cuando las burbujas se desvanecen, sentimos mayor ligereza y vibramos en la sintonía del alma.
La mente cuida de nuestro cuerpo, revisando velozmente registros pasados, a la vez que los proyecta en sucesos por venir. Una función que, aunque nos protege de peligros y previene riesgos, puede generar pensamientos infundados acerca de desgracias venideras. No tenemos más que el presente. El estado de pre-ocupación es estéril, ya que lo apropiado es ocuparse, no pre-ocuparse que es lo mismo que ocuparse antes de tiempo. Recordemos que somos más felices y eficaces creando soluciones que dando vueltas en torno a los problemas. Entretanto, ¿qué mejor que abrir el corazón a la esperanza?
Una mente que procesa el problema, que se acerca una y otra vez a éste y no crea soluciones, es una mente incompetente e incompleta. Una mente sana observa el problema y, rápidamente, lo suelta para reorientarse de inmediato hacia el vislumbre de las soluciones que correspondan. El miedo y la tensión, tan sólo cumplen su verdadera misión cuando movilizan la inteligencia hacia la acción que convenga. Mantengamos la atención para no “engancharnos” al problema, ya que una vez “visto” éste, donde realmente tenemos que poner nuestra visión es en las soluciones certeras. No miremos tanto al veneno como al antídoto. Y, si al principio éste no se ve, tal ausencia no quiere decir nada. Por el mero hecho de “mirar” dicho espacio, los remedios y soluciones aparecerán progresivamente en la consciencia. Aquello en lo que uno enfoca su atención tiende a crecer, se trate de solución o se trate de problema.
Cuando se quiere ayudar a una persona cuya mente se siente amenazada por problemas venideros, lo mejor que puede hacerse es ayudar a dicha mente a que se torne clara y confiada. De esta forma, estará más capacitada para enfrentar las pruebas que se avecinen con ecuanimidad y eficacia. Entonces, ¿qué mejor apuesta que fomentar los recursos del ahora? Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma.
La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese Poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia.
Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: Observadores del gran regalo de la consciencia.
Recordemos que al final, todo se arregla, y que, en realidad, nunca pasa nada. Además, si uno reflexiona, termina por reconocer que el dolor y las pérdidas pasadas abrieron nuevas avenidas internas por las que se expandió la consciencia. El dolor que tuvimos que soportar, acompañado de pérdidas, vació nuestro ego y “pinchó” ilusiones que nos esclavizaban. Más tarde, cuando las burbujas se desvanecen, sentimos mayor ligereza y vibramos en la sintonía del alma.