lunes, noviembre 24, 2008

Tolerancia, una virtud del corazón.

M. Gandhi: "La regla de oro de la conducta humana es la mutua tolerancia, ya que nunca compartimos todos las mismas ideas".

La Tolerancia es el reconocimiento de los derechos universales de la persona humana y de las libertades fundamentales del otro. Es el respeto y la apreciación de la riqueza y de la diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestros modos de expresión y de nuestra manera de expresar nuestra calidad como seres humanos. No es complacencia ni indiferencia.

La tolerancia es la capacidad de conceder la misma importancia a la forma de ser, de pensar y de vivir de los demás que a nuestra propia manera de ser, de pensar y de vivir. Si comprendemos que nuestras creencias y costumbres no son ni mejores ni peores que las de otras personas, sino simplemente distintas, estaremos respetando a los demás. No es preciso compartir una opinión para ser capaz de considerarla tan válida como cualquier otra. Lo que hace falta es tratar de ponerse en el lugar de los demás. Desde cada perspectiva, las cosas se perciben de una manera distinta.

Es un reto al que nos vemos abocados continuamente, en nuestras relaciones laborales, familiares y de pareja. Aceptar las diferencias del otro, tolerarlas, es respetar la necesidad de autonomía de cada uno. Se suele creer que una relación personal o de pareja tienen garantizada su unión en el tiempo cuando compartimos los mismos gustos, cuando los criterios políticos, religiosos y filosóficos parecen calcados, esto tal vez funcione, pero la base mas sólida no es la coincidencia, sino la aceptación de las diferencias: es la oportunidad de enriquecernos cuando se rompe la visión estrecha de la propia perspectiva.

Hoy la idea de la tolerancia es a priori compartida por todos. Hay algo más aceptable, que una persona tolerante, nos la imaginamos, humilde, indulgente, buena, hasta sabia. En cambio la intolerancia aparece claramente como un desatino. Cuando tenemos convicciones fuertes, ejercer la tolerancia en nuestra vida cotidiana, no nos resulta fácil. Es un esfuerzo que debemos hacer con respecto a nosotros mismos: aceptar que no siempre poseemos la verdad. Es importante recordar que existe una buena y mala tolerancia, la primera da lugar al diálogo, a la escucha, a la curiosidad con respecto a la diferencia del otro. La mala es del orden de la indiferencia: tolerar al otro no nos cuesta nada, porque en el fondo, no nos importan sus opiniones.

La tolerancia requiere conciencia, respeto y aceptación. Ser capaces de entender que el mundo es igual de válido mirado con otros ojos, desde otro punto de vista, demanda un aprendizaje: el de reconocer que las diferencias enriquecen. Comprender nuestra conexión con el universo y con el resto de la humanidad y aplica lo aprendido incrementando su comprensión de las diferentes costumbres, usos y maneras de las personas. Percibir la realidad en un sentido amplio nos induce a sentir una conexión profunda con los que nos rodean, incorporando el ejercicio de la tolerancia a la vida cotidiana.

Vale la pena hacer una aclaración: es una confusión bastante común que se malinterprete a la persona pacífica tomándola por pasiva, y también se suele entender mal al tolerante, considerándolo permisivo. Ser tolerante no implica dejar de defender aquello en lo que creemos ni permitir que nos agredan sin reaccionar.

La semilla de la tolerancia se planta con compasión y cuidado. Cuanto más afectuoso se es y más se comparte ese amor, mayor es la fuerza de ese amor. Cuando hay carencia de amor, hay falta de tolerancia. El propósito de la tolerancia es la coexistencia pacífica. Cuando la tolerancia reconoce la individualidad y la diversidad, se produce un acercamiento

La tolerancia no es un paradigma para predicar, o para un discurso utópico sobre el mañana, entre otras cosas porque ese mañana está comprometido desde el hoy. La tolerancia es un acto concreto para el presente, un acto de profundo sentido existencial y humano, y es también una prueba impostergable a la capacidad humana de amar y ser amado.

Es la llave civilizadora del Alma. Emerge con el impulso superior en la naturaleza del Amor manifestado. Es, la fraternidad espiritual entre las generaciones que construyen un destino común, compartiendo su Luz en términos de igualdad, respeto mutuo y solidaridad, sobreviene la fortaleza espiritual que se da en la toma de conciencia del vínculo sagrado e indisoluble que hay entre el átomo simiente, la creación y Dios.

La tolerancia nos da la oportunidad de soportar las peores tormentas. Sin tolerancia nos frustramos porque cuando las cosas no salen como queremos no permitimos entrar los beneficios de la tolerancia en la flexibilidad, amplitud, y variedad de cada situación. La contradicción es fuente de movimiento, de cambio, de desarrollo. Es cierto que no toda contradicción supone desarrollo, pero no hay desarrollo sin contradicción. Nada de todo lo hermoso y grande que ha realizado la humanidad se logró sin pasar por la contradicción.

La tolerancia ha de ser, por sobre todas las cosas, tolerancia al encuentro de las diferencias, al choque de lo distinto. Y esto supone, desde lo histórico constituido en nuestra subjetividad, malestar, ansiedad, desasosiego, sentimientos de desprotección. Entonces también la tolerancia para esos sentimientos íntimos que nos fragilizan contextualmente para hacernos crecer en la perspectiva temporal. Al ser personas tolerantes estamos haciendo consciencia de nuestra dignidad, pero también estamos aceptando nuestra fragilidad, nuestras limitaciones.

Tolerar implica, supone que debemos tener la capacidad de mirar, escuchar, pero sobre todo comprender, ser conscientes de que no hay ser humano perfecto, que no poseemos la verdad, que podemos reaccionar de manera equivocada ante alguna situación, que no debemos hacer juicios, como dice Viktor Frankl: “Nadie debería juzgar a nadie, a menos que, siendo completamente honesto consigo mismo, pueda asegurar que no actuaría de la misma manera en iguales circunstancias”. Compartir las diferencias nos enriquece. Dejar pasar actitudes desconsideradas e injustas es una manera indirecta de no respetar a quien las sufre. Ser tolerante es definirse, dar un paso al frente, hacer una opción por la justicia y la paz.

TOLERANCIA no es hacer concesiones, pero tampoco es indiferencia.
TOLERANCIA es conocer al otro y respetar su singularidad.