Respetar es tener respectus, palabra latina que originalmente indica esa mirada hacia atrás, pero que pronto significó una mirada atenta, reflexiva, considerada. El respeto es un asunto de bien mirar, de caer en la cuenta, de descubrir al otro, descubrirse en él y descubrirlo en mí. Su norma básica sigue siendo la misma desde hace miles de años: "No hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti", "Lo que quieres que hagan por ti, hazlo tú por otros" (Mt 7,12).
Este respeto se fundamenta en una palabra, aquella que me permite reconocerme otro para el otro. Respetar significa: RECONOCER.
El respeto empieza por uno mismo, ahí es que nace el respeto, se concibe, no se obtiene por medio de violencia, ni disfraces que oculten quienes somos. Ya seamos líderes, religiosos, trabajadores, estudiantes, padres, hijos, hermanos, el respeto a uno mismo, el respeto mutuo, eso es lo que hace que caminemos hacia delante.
Respetar a alguien significa reconocer lo que se presenta en él, lo qué es, cómo es… y que así está bien. Esto incluye, que yo también me respete a mi mismo. El acto de respetar lo que soy y como soy, me hace justo. Si me respeto a mí mismo y a los demás, renuncio a hacerme una imagen de cómo yo o los otros deberían ser. Sin esta imagen, no puede existir el juicio crítico discriminador de lo que podría ser mejor. Ninguna imagen artificial se interpone entre la realidad que se muestra y yo mismo. De esta manera, amo la realidad, así como se evidencia, amo así cómo soy, amo al otro así como es, y amo nuestra diferencia. Me contento de la realidad, así como se muestra.
Me alegro de mí, tal como soy… me alego del otro, tal como es… y me alegro de las diferencias que se evidencian y que me hacen darme cuenta de que yo soy diferente al otro y el otro es diferente a mí. Este respeto mantiene la distancia. No se insinúa en el otro, y tampoco permite que el otro se me insinúe, de la atribución que no me corresponde o de disponer de mí según su imagen. Por lo tanto, podemos respetarnos sin que uno quiera anular al otro.
Si necesitamos uno del otro y queremos algo uno del otro, tenemos que poner atención a… ¿nos favorecemos recíprocamente o nos inhibimos a nosotros mismos y al otro del propio desarrollo? Si tenemos que reconocer que, así como somos, impedimos el desarrollo en nosotros y en los demás, entonces el respeto no se acerca sino que s e aleja. Entonces, respetamos lo que cada quién puede y tiene que andar por su propio camino.
El amor y la alegría o contento mío y del otro en este, entonces, se profundiza y amplía. Porque finalmente, el amor y la alegría, así como el respeto… se relajan.
El amor se manifiesta básicamente como respeto, solidaridad y cuidado. El Amor es la memoria que la Unidad tiene de sí misma en la diversidad.
"La Vida es, fundamentalmente, perfecta". La vida no es una carrera sino una jornada para ser saboreada a cada paso que demos.
Este respeto se fundamenta en una palabra, aquella que me permite reconocerme otro para el otro. Respetar significa: RECONOCER.
El respeto empieza por uno mismo, ahí es que nace el respeto, se concibe, no se obtiene por medio de violencia, ni disfraces que oculten quienes somos. Ya seamos líderes, religiosos, trabajadores, estudiantes, padres, hijos, hermanos, el respeto a uno mismo, el respeto mutuo, eso es lo que hace que caminemos hacia delante.
Respetar a alguien significa reconocer lo que se presenta en él, lo qué es, cómo es… y que así está bien. Esto incluye, que yo también me respete a mi mismo. El acto de respetar lo que soy y como soy, me hace justo. Si me respeto a mí mismo y a los demás, renuncio a hacerme una imagen de cómo yo o los otros deberían ser. Sin esta imagen, no puede existir el juicio crítico discriminador de lo que podría ser mejor. Ninguna imagen artificial se interpone entre la realidad que se muestra y yo mismo. De esta manera, amo la realidad, así como se evidencia, amo así cómo soy, amo al otro así como es, y amo nuestra diferencia. Me contento de la realidad, así como se muestra.
Me alegro de mí, tal como soy… me alego del otro, tal como es… y me alegro de las diferencias que se evidencian y que me hacen darme cuenta de que yo soy diferente al otro y el otro es diferente a mí. Este respeto mantiene la distancia. No se insinúa en el otro, y tampoco permite que el otro se me insinúe, de la atribución que no me corresponde o de disponer de mí según su imagen. Por lo tanto, podemos respetarnos sin que uno quiera anular al otro.
Si necesitamos uno del otro y queremos algo uno del otro, tenemos que poner atención a… ¿nos favorecemos recíprocamente o nos inhibimos a nosotros mismos y al otro del propio desarrollo? Si tenemos que reconocer que, así como somos, impedimos el desarrollo en nosotros y en los demás, entonces el respeto no se acerca sino que s e aleja. Entonces, respetamos lo que cada quién puede y tiene que andar por su propio camino.
El amor y la alegría o contento mío y del otro en este, entonces, se profundiza y amplía. Porque finalmente, el amor y la alegría, así como el respeto… se relajan.
El amor se manifiesta básicamente como respeto, solidaridad y cuidado. El Amor es la memoria que la Unidad tiene de sí misma en la diversidad.
"La Vida es, fundamentalmente, perfecta". La vida no es una carrera sino una jornada para ser saboreada a cada paso que demos.