Cuando llevamos algo a cabo, nuestra meta es que todo salga bien, de acuerdo con lo planeado o esperado. Asimismo, muchos de nosotros aspiramos a lograr un resultado perfecto en lo que hacemos, y, en consecuencia, nos fijamos metas que van mucho más allá de nuestros límites o posibilidades. Incluso de lo humanamente asequible. En esta clase de situaciones, a veces el hacer las cosas de la mejor manera que podemos no es suficiente, y nos causa una sensación de frustración que en términos objetivos no es tal.
Todos cometemos errores en algún momento del día… o en muchos. Permitámoslo que así sea, ya que los errores son una excelente manera de aprender y de pulirnos. Hacernos a la idea que los resultados que planeamos obtener muchas veces se presentarán como lo deseamos, y otras no. Los errores e imprevistos son excelentes oportunidades, que nos sirven de sobremanera para ampliar nuestros horizontes y la manera en la que vemos lo que nos rodea. Si todo rindiera los frutos esperados, nos estancaríamos en lo que ya sabemos y manejamos, y también nuestro crecimiento personal se vería frenado puesto que no precisaríamos desarrollar herramientas nuevas ni incorporar conocimientos y formas de pensar diferentes para obtener lo que buscamos.
En vez de estar tensos, frustrarnos, enojarnos o reaccionar de mala manera cada vez que algo sale de manera distinta a la prevista, relájate y acepta que el resultado de nuestras acciones no depende enteramente de nosotros, hay factores librados al azar, a determinadas circunstancias que no podemos manejar, o a las resoluciones de otros individuos. Un gran número de las variables que se conjugan para alcanzar un resultado están más allá de nuestras decisiones, nuestros límites o nuestra voluntad.
La exigencia personal es una característica motivadora e impulsora que nos estimula a mejorar, progresar, tener objetivos y alcanzar metas. Por el contrario, la sobreexigencia drena nuestra energía, ya que cobijar la ilusión de no cometer un error bajo ninguna circunstancia es demandarnos una hazaña titánica, imposible de cumplir. Tal vez estemos acostumbrados de alguna manera o nos resulte familiar que la pretensión desmedida que nos exige o nos exigen sea demasiado alta, prácticamente inalcanzable. O nos veamos sometidos a escrutinios exhaustivos en los que nada llega a satisfacer el resultado deseado ya que los parámetros de perfección con los que mides (u otras personas miden) la realidad que nos rodea no son humanamente aplicables en su totalidad. Podemos elegir que nuestra vida esté basada en una actitud distinta, más relajada, al mismo tiempo que aspiramos a que las cosas estén bien hechas, de acuerdo con parámetros lógicos que nosotros mismos delineamos.
La propuesta no pasa por bajar las expectativas de los resultados a alcanzar, ni pretender logros menores y de este modo minimizar el esfuerzo necesario para hacerlos realidad. Piensa en grande, siempre. Trata de dar lo mejor de ti en cada situación, concéntrate en el fin al que diriges tu energía, y ten por seguro que mediante una actitud firme, decidida y distendida conseguirás el mejor resultado en cada intento.
No aceptes que otra persona te presione más allá del punto que consideres razonable, y ponle un freno a tu propio instinto de hacerlo si aflorara. Tampoco permitas que otro ser o tus voces internas critiquen todo lo que haces, por considerar que nada es suficiente. Que los sueños de perfección de otros individuos no tengan efecto alguno en las decisiones que genuinamente quieres tomar. Si notas una influencia marcada de estos parámetros de perfección en tu conducta, o consideras que nublan tu visión o tu capacidad de razonar con la cabeza fría, disóciate. Toma distancia. Aleja la imagen y las voces de estas personas de ti, hasta que lleguen a desdibujarse por completo.
Imagina una pared enorme entre tú y esta gente o esas voces, y aléjalas cada vez más, y en unos minutos ya no las escucharás ni notarás su presencia. Sentirás que todas tus ideas, grandes y pequeñas, pueden llegar a plasmarse en hechos reales y concretos que disfrutarás como nunca antes.
Todos cometemos errores en algún momento del día… o en muchos. Permitámoslo que así sea, ya que los errores son una excelente manera de aprender y de pulirnos. Hacernos a la idea que los resultados que planeamos obtener muchas veces se presentarán como lo deseamos, y otras no. Los errores e imprevistos son excelentes oportunidades, que nos sirven de sobremanera para ampliar nuestros horizontes y la manera en la que vemos lo que nos rodea. Si todo rindiera los frutos esperados, nos estancaríamos en lo que ya sabemos y manejamos, y también nuestro crecimiento personal se vería frenado puesto que no precisaríamos desarrollar herramientas nuevas ni incorporar conocimientos y formas de pensar diferentes para obtener lo que buscamos.
En vez de estar tensos, frustrarnos, enojarnos o reaccionar de mala manera cada vez que algo sale de manera distinta a la prevista, relájate y acepta que el resultado de nuestras acciones no depende enteramente de nosotros, hay factores librados al azar, a determinadas circunstancias que no podemos manejar, o a las resoluciones de otros individuos. Un gran número de las variables que se conjugan para alcanzar un resultado están más allá de nuestras decisiones, nuestros límites o nuestra voluntad.
La exigencia personal es una característica motivadora e impulsora que nos estimula a mejorar, progresar, tener objetivos y alcanzar metas. Por el contrario, la sobreexigencia drena nuestra energía, ya que cobijar la ilusión de no cometer un error bajo ninguna circunstancia es demandarnos una hazaña titánica, imposible de cumplir. Tal vez estemos acostumbrados de alguna manera o nos resulte familiar que la pretensión desmedida que nos exige o nos exigen sea demasiado alta, prácticamente inalcanzable. O nos veamos sometidos a escrutinios exhaustivos en los que nada llega a satisfacer el resultado deseado ya que los parámetros de perfección con los que mides (u otras personas miden) la realidad que nos rodea no son humanamente aplicables en su totalidad. Podemos elegir que nuestra vida esté basada en una actitud distinta, más relajada, al mismo tiempo que aspiramos a que las cosas estén bien hechas, de acuerdo con parámetros lógicos que nosotros mismos delineamos.
La propuesta no pasa por bajar las expectativas de los resultados a alcanzar, ni pretender logros menores y de este modo minimizar el esfuerzo necesario para hacerlos realidad. Piensa en grande, siempre. Trata de dar lo mejor de ti en cada situación, concéntrate en el fin al que diriges tu energía, y ten por seguro que mediante una actitud firme, decidida y distendida conseguirás el mejor resultado en cada intento.
No aceptes que otra persona te presione más allá del punto que consideres razonable, y ponle un freno a tu propio instinto de hacerlo si aflorara. Tampoco permitas que otro ser o tus voces internas critiquen todo lo que haces, por considerar que nada es suficiente. Que los sueños de perfección de otros individuos no tengan efecto alguno en las decisiones que genuinamente quieres tomar. Si notas una influencia marcada de estos parámetros de perfección en tu conducta, o consideras que nublan tu visión o tu capacidad de razonar con la cabeza fría, disóciate. Toma distancia. Aleja la imagen y las voces de estas personas de ti, hasta que lleguen a desdibujarse por completo.
Imagina una pared enorme entre tú y esta gente o esas voces, y aléjalas cada vez más, y en unos minutos ya no las escucharás ni notarás su presencia. Sentirás que todas tus ideas, grandes y pequeñas, pueden llegar a plasmarse en hechos reales y concretos que disfrutarás como nunca antes.